Los estudiantes solidarizan con los profesores.
Ese es el slogan con el que han hablado las organizaciones de estudiantes estos
días. La imagen de estudiantes universitarios que se pintaron el cuerpo en
apoyo de la huelga de profesores se ve bonita. Bonita e hipócrita. ¿Lo hacen?
¿Realmente lo hacen?
El 16 de mayo de este año, una profesora del
Liceo Luis Alberto Barrera de Punta Arenas fue agredida por un alumno de primer
año medio, dejándola con lesiones. Un alumno que ha tenido una conducta
reiterada de violencia, agrede a una profesora, recibiendo solo una sanción de
suspensión. Volverá al colegio, y volverá a agredir, sin que se haga nada al
respecto, porque es menor de edad, porque es estudiante, y porque a nadie le
importa que esta profesora engrose la creciente lista de docentes violentados
por sus alumnos. Porque ¿dónde estaban los representantes de los estudiantes?
¿Al lado de la profesora agredida, apoyando su denuncia? No, no lo estaban.
Ciento setenta y ocho profesores denunciaron que
fueron agredidos el año 2014 por apoderados y alumnos, según datos de la
Superintendencia de Educación, lo que representa un alza de 12% frente a las
160 agresiones denunciadas en el año 2013. De esas agresiones, 75 fueron hechas
de alumnos a profesores. Hablamos de patadas y golpes de puños, puñaladas, y un
largo etc., de acciones cometidas por alumnos de básica y media contra
profesores.
Eso nos da un promedio de 14 profesores
agredidos al mes, 3 a 4 profesores a la semana. Sin contar con los muchos otros
docentes que han sido blanco de falsas acusaciones por parte de alumnos y
apoderados, que han visto sus vidas y las de sus familias destruidas por la
opinión pública, sin que haya la menor reparación cuando se prueba su total
inocencia.
Dejemos claro que la cifra de 178 profesores
representa los que la Superintendencia de Educación consideró que efectivamente
habían sido atentados en su integridad física y síquica. Normalmente, la
Superintendencia tiene una conducta displicente hacia estas denuncias,
considerándolas, incluso, como parte de la profesión. Una violencia que se suma
a los problemas que tienen los profesores para realizar su actividad. Para
muchas personas, ser profesor es pararse frente a un salón de clases a hablar.
Para los que dictan clases, son 44 horas a la semana en que tienen que
enfrentar a más de 360 niños diariamente, con todo lo que eso implica. ¿Alguna
vez se hablará del nivel de suicidios que afecta a la carrera docente,
suicidios en los que los alumnos, esos que marchan exigiendo calidad en la
educación, han tenido una gran responsabilidad?
Añadamos que, mientras los estudiantes chillan
contra Carabineros y piden cortes de cabeza de cualquiera que no les agraden,
ha aumentado vertiginosamente las agresiones entre compañeros de clases.
Para que nos hagamos una idea de la gravedad de
la situación: sólo entre enero y agosto del año 2014, la Superintendencia de
Educación en la Región del Maule recibió 125 denuncias por concepto de maltrato
escolar, 60% más que para el mismo período en el año 2013. En una región de
aproximadamente 250.000 habitantes, se produce ese nivel de violencia escolar,
protagonizadas mayoritariamente por estudiantes y sus padres.
Un nivel de violencia que ha llegado al
asesinato, algo que bien conocen en el Liceo Politécnico de Linares, cuando en
agosto del año 2014 un alumno asesinó a otro por una broma.
¿Cuántas manifestaciones, con la cobertura de
prensa que se ha dado a esta protesta de cuerpos pintados, se han hecho para
condenar las acciones que los estudiantes están teniendo en los colegios de
Chile? ¿Dónde están las organizaciones estudiantiles exigiendo a sus compañeros
que respeten los derechos de sus profesores? ¿Cuántas marchas se han convocado
para que los alumnos que han sufrido acoso escolar, que incluso han cometido
suicidio por culpa de ello, tengan justicia? Esas organizaciones estudiantiles
han exigido públicamente al Estado, a Carabineros, a todo el mundo que asuman
sus responsabilidades en educación. ¿Dónde está el compromiso de los
estudiantes con la educación?
Los estudiantes nuevamente se manifiestan el 10
de junio de 2015. ¿Para qué lo hacen, si el problema no está en la calle, sino
en las salas de clases? Muchos buenos profesores no han abandonado el sistema
público de educación por los bajos sueldos o por las condiciones laborales. Lo
han hecho porque sus vidas corren riesgo, han sido amenazados y atacados,
pierden la vocación y deciden abandonar la carrera. No se van al sistema
privado, se van a otros puestos de trabajo en donde no tengan que lidiar ni con
padres ni con alumnos. Lo malo es que cada vez es más complejo reemplazarlos,
porque aun cuando un colegio busque silenciar los hechos ocurridos para no
salir en las noticias, esas situaciones acaban conociéndose. Y un buen
profesor, por mucha vocación que tenga, ya no tiene disposición para dictar clases
a personas que, por una amonestación, por una calificación o por un simple
gesto, van a agredirlos.
Es hora de que los alumnos detengan sus
manifestaciones. Es hora de que reflexionen cuál es su papel en este desastre y
cómo van a contribuir a colaborar. ¿Qué harán como alumnos para mejorar el
clima dentro de sus salas?, ¿Cómo van a trabajar para que sus colegios sean
lugares más acogedores para ellos mismos y para todos los que laboren ahí?,
¿Qué actitud se comprometen a tener en las salas, y en sus casas, para que los
años escolares rindan frutos? Y ninguno de esos cambios necesita ley o
discusión parlamentaria, solo voluntad. Porque ahora, cada vez hay menos
profesores dispuestos a hacerles clases a personas que no están dispuestas a
asumir sus responsabilidades. Pintarse los cuerpos es bonito, tener una
conducta respetuosa hacia las personas es un esfuerzo diario que es hora de que
los estudiantes asuman.
FUENTE: elquintopoder.cl